Internacional
Abusos sindicales,
Por Nancy Espínola
El sindicalismo es una de las
actividades más nobles. En todo el mundo ha significado para miles de personas
una mejoría laboral, personal, familiar. Gracias a los sindicatos, muchas
empresas acostumbradas a tratar a sus empleados como esclavos han tenido que
negociar, aceptar reglas o firmar contratos colectivos que representaron
importantes beneficios para las personas.
En nuestro país, sin embargo, y
especialmente en las instituciones públicas, en los últimos años fue utilizado
para cometer abusos, cubrir irregularidades, defender a corruptos y obtener
beneficios personales a costa de las instituciones sostenidas con dinero de la
ciudadanía. Para muchos “dirigentes” fue una buena excusa para cobrar sin
trabajar abusando de la licencia sindical.
Hace dos semanas, el IPS decidió
poner límite a uno de esos casos, y despidió a la eterna sindicalista Estela
González. El caso fue presentado como un ataque al sindicalismo; sin embargo,
la realidad es que González no marcó tarjeta durante varios meses del año
pasado, lo que significa que simplemente no fue a trabajar. La mujer se
defendió diciendo que tenía fueros sindicales. O sea, el solo hecho de ser
dirigente sindical ya le da derecho a que la ciudadanía le pague un salario sin
trabajar.
A mitad de semana, en la Cámara
de Senadores se vio otro caso de abuso sindical. Los funcionarios, encabezados
por Hugo Caballero y la “novia” del senador Ramón Gómez Verlangieri, ofrecieron
un bochornoso espectáculo al impedir que la nueva jefa de Recursos Humanos
nombrada por la presidencia del legislativo asumiera su cargo. No se sabe a
ciencia cierta la razón de esta manifestación. Lo que se escuchó es que la
actual administración busca ejercer un mayor control sobre el funcionariado en
una institución donde pululan los planilleros con salarios de primer mundo; y
donde el hecho de ser amiga, amante, pariente u operador político es suficiente
currículum para ocupar un cargo, o simplemente acceder a un buen ingreso bajo
la figura de “asesor”. El propio Caballero tiene un salario de G. 15.000.000 y
su cargo es “director de guardería”.
Los abusos que se cometen en las
instituciones públicas no tienen límites, y los sindicalistas, lejos de
denunciar, se hacen cómplices. A los beneficios personales se suman en varios
entes los “logros” colectivos aberrantes como el pago por “presentismo” (cobrar
por ir a trabajar) o que en instituciones como la ANDE los trabajadores solo
paguen el 50% del total por el uso de energía.
En estos momentos, Función
Pública está revisando los contratos colectivos y se anuncia la publicación de
listas de planilleros. Si tienen el coraje de mostrar, veremos aún a muchas “novias”
de poderosos tirándose al piso en defensa de sus privilegios, como ocurrió en
el Senado.
nespinola@abc.com.py
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